Ahora hace un año pude escuchar los testimonios de chicos y chicas que habían sufrido bullying durante su etapa de instituto, situaciones terribles que relataron en el primer simposio sobre este asunto que organizó la Fundación Barça. Pero uno de los testimonios que más me conmovió fue el de Esther y Xavi, padres del Alan, un adolescente que sufrió un largo periodo de bullying y se suicidó.
Ideologías, tópicos, normas sociales…, todo un imaginario popular construido en torno al concepto bullying, que permite y sostiene su existencia. Así como ocurre con otras violencias y formas de exclusión, el acoso entre iguales es un fenómeno social que se alimenta de creencias compartidas y se instala, en las relaciones del día a día, de forma silenciosa e invisible.
Uno de estos tópicos es que la “violencia es algo natural”. Pero la violencia no es “innata” o natural: es aprendida a lo largo de nuestra vida. Aunque muchas veces la violencia es confundida con la agresividad, esta última sí que es un instinto natural desde el nacimiento, que sirve para estar alerta, defenderse y adaptarse al entorno. Por lo tanto la agresividad es biológica, instintiva y está regulada por reacciones neuroquímicas. Gracias a la cultura, modulamos este instinto agresivo y lo convertimos en un instinto social. Por el contrario, la violencia, y por lo tanto el bullying, como forma de violencia, no es un comportamiento natural del ser humano, sino un producto cognitivo y sociocultural alimentado por los roles sociales, los valores, las ideologías, los símbolos, etcétera.
Las conductas en el bullying son aprendidas, basadas en el abuso de poder y con una gran carga de premeditación e intencionalidad (la agresividad es inconsciente); así lo señalan varias investigaciones que apuntan que la violencia es un ejercicio de poder y refutan el determinismo biológico que la justifica.
Por eso, aunque hay rasgos que podemos heredar genéticamente, y eso puede influir en nuestro carácter, los comportamientos violentos son una evolución condicionada por el entorno social donde estamos. Precisamente, porque se trata de un aprendizaje o una construcción es posible desaprenderla y deconstruirla.
En coherencia con este posicionamiento, y con el fin de contribuir a esta deconstrucción, en la Fundació Barça estamos llevando a cabo un proyecto de prevención del acoso escolar en las escuelas de primaria, que facilita herramientas a los docentes y a las familias para que puedan prevenir el bullying. El proyecto se adapta a cada etapa evolutiva y se implementa en todos los cursos de primaria, utilizando una metodología en espiral, que profundiza en los contenidos a lo largo de los cursos y se integra de manera coordinada en diferentes áreas curriculares.
Otro del tópicos es que “el bullying es broma”. “Es un juego de niños/as al que no hay que dar tanta importancia”. Explícitamente o no, ciertas conductas y actitudes condonan y toleran estos tipos de violencia y dificultan su detección e intervención.
El impacto del bullying en la vida de un niño puede ser irreversible, ya que puede dejar cicatrices duraderas y socavar gravemente su desarrollo físico, mental y social. La exposición a esta violencia tiene efectos negativos: provoca estrés tóxico que puede inhibir el desarrollo del cerebro y aumenta el riesgo de problemas de salud, el bajo rendimiento escolar e influye negativamente en el desarrollo del bienestar a largo plazo, entre otras consecuencias graves.
El bullying no es un fenómeno dual (víctima- asediador) sino grupal, donde los observadores tienen un papel primordial para romper la ley del silencio y el esquema de dominio y sumisión. Al ser una dinámica social, tampoco sufre consecuencias sólo quien recibe acoso. Todos/as son víctimas: los niños en rol de víctima, en rol de agresor y los observadores o espectadores.
En la Fundación Barça consideramos primordial sensibilizar al conjunto de la sociedad, y especialmente a los niños, que deben tomar conciencia de esta problemática y saber actuar.
Fuente: www.lavanguardia.com