Nunca en mi vida había visto tanto desprecio por los propios colores». Leonardo Albajari es uno de los autores de «No fue un juego», una muestra de 11 historias de fútbol bajo el nazismo que será inaugurada el próximo martes 20 en el Museo de River. El húngaro Emérico Hirschl, primer DT extranjero en la Argentina, campeón con River, y que ayudó «a judíos sin visas» a conseguir asilo en el país. Julius Hirsch, primer judío en la selección alemana, asesinado en Auschwitz. La Liga Terezin, Matthias Sindelar, Bayern Munich y Ajax. Historias de persecución y horror. Pero le pregunto a Albajari por La Familia, los fanáticos racistas del popular Beitar Jerusalén. Nunca, me confiesa, vio a hinchas que imponen su «ideología y racismo» antes que el amor a su club. Albajari admite que, aún cuando pueda encontrarse una explicación, es «sorprendente» que algo así suceda justo en Israel. Fútbol y racismo en su máxima expresión. «Forever pure» (Puros para siempre).
«Beitar is forever pure», dice la bandera de 20 metros que La Familia exhibe en la tribuna Este del estadio Teddy, de Jerusalén, en el partido ante Bney Yehuda, 26 de enero de 2013, justo en las horas previas a la fecha universal que recuerda el Holocausto. Los fanáticos cantan como nunca Haktiva (La Esperanza), himno nacional de Israel. «Muerte a los árabes», gritan dos días después un centenar de miembros de La Familia que irrumpen en la práctica. Los chechenos Zaur Sadayev (goleador de 23 años) y Djebrail Kadiyev (19), nuevos fichajes del club, aclaran que no son árabes. La ignorancia gana. La Familia tampoco quiere musulmanes. A la semana siguiente, incendian oficinas del club. Arruinan 80 años de historia. Trofeos, camisetas, documentos. «Es cuestión de tiempo para que empiecen a quemar personas», avisa Jan Talesnikov, asistente del DT. «Forever Pure», documental de Netflix, muestra inclusive a Kadiyev que se defiende en el banco de un intento de agresión y es expulsado por el árbitro bajo insultos de La Familia. Reza en la habitación con su madre. El arquero capitán Ariel Harush pide paz y pasa de ídolo a traidor. A otro arquero histórico, hoy manager, Itzhik Kornfein, La Familia le advierte que violarán a su hija.
El 3 de marzo Sadayev anota su primer -y único- gol contra Maccabi Netanya. La Familia comienza a abandonar el Teddy Stadium. Los siguen miles que no vuelven al estadio hasta que se vayan los chechenos. Las imágenes son shockeantes. El contraste lo ofrece el jugador argentino del Beitar. Darío Ezequiel Fernández levanta a Sadayev y lo señala. «Yo nunca festejaba los goles, pero fui a abrazarlo por todo lo que vivían él y su familia», me dice Darío por radio. El argentino bromea en el vestuario para que los chechenos se sientan menos solos. Los defiende en una práctica de los insultos de los hinchas. Recibe amenazas. Tiene mujer israelí. Hijo nacido en Israel. Pero viene del ascenso argentino. De recordar cuando en Quilmes balearon la casa de un compañero y los barras entraron con armas en el vestuario. De apretadas en Chacarita. Invita a su casa al capo de La Familia y le habla «mano a mano». Me dice que el Beitar es como «el Boca de Israel» y que su hinchada «es muy complicada y se describe como «la más racista del mundo». Pero al día de hoy, confiesa, no sabe si acaso todo lo que sucedió en aquel 2013 «no fue orquestado por el dueño del equipo».
«Puros para siempre», la expresión de la hinchada de Beitar Jerusalén
Crédito: Sebastián Domenech
El dueño es el millonario Arcadi Gaydamak, nacido en Rusia, que hizo dinero vendiendo armas a Angola. No sabe nada de fútbol, pero quiere ser alcalde de Jerusalén. Por eso, en 2005, tras reunirse con Ehud Olmert, uno de los líderes del partido derechista Likud, compra al Beitar «un muy interesante juguete de propaganda», como él mismo lo define. Invierte 100 millones de dólares. Llegan jugadores como Derek Boateng, Jerome Leroy y técnicos como Luis Fernandez y Osvaldo Ardiles. «Nuestro Abramovich», lo celebran los hinchas. Gana cinco títulos locales, pero fracasa en Europa. Peor le va a Gaydamak. Lo vota apenas el 3,6 por ciento del electorado. «Sos un hijo de puta, un traidor, un criminal de guerra», pasa a cantarle La Familia, que también deja de recibir dinero, igual que el equipo. Sorpresivamente, el Beitar lucha por los primeros puestos en 2013. Pero el equipo se derrumba cuando Gaydamak contrata a los chechenos. «Lo hice a propósito, para exponer ese racismo», dice Gaydamak en «Forever pure».
El equipo se salva del descenso en un final de telenovela, empatando sin goles en casa del clásico rival Bnei Sakhnin, el equipo más árabe del campeonato. Los chechenos van directo al aeropuerto. Gaydamak, un patrón de Clubes SA, que también tuvo al Portsmouth inglés, deja el Beitar, un club fundado en 1936, nacionalista y antibritánico. La Familia, no obstante arrestos y sanciones, sigue activa. En 2015 vivó al asesino del premier Yitzhak Rabin. Un grupo de 4000 hinchas se abrió y fundó el Beitar Nordia, que juega en 4a y que incluye jugadores e hinchas árabes. Sadayev volvió a anotar semanas atrás en la liga polaca. Le mandó el video a Darío Fernández. «Te quiero mucho y te respeto», dice el mensaje. «Para mí -me cuenta el argentino desde Estados Unidos, donde dirige fútbol infantil- es algo impresionante. Cambiaría toda mi trayectoria de 17 años por eso que me mandó él».
Fuente: www.lanacion.com.ar
Autor: Ezequiel Fernández Moores
Fecha de publicación: 14/03/2018
URL de la noticia: https://www.lanacion.com.ar/2116665-futbol-y-racismo-en-su-maxima-expresion