«Hay niños víctimas de la obsesión de sus padres de querer que sean Messi»

Juli Caro, en el banquillo del campo de hierba artificial de El Vivero. / JOSÉ VICENTE ARNELAS
Juli Caro, en el banquillo del campo de hierba artificial de El Vivero. 

Dimitió de entrenador de Infantil por la presión de los padres, cuya actitud solo genera víctimas: los entrenadores, los árbitros y, sobre todo, los propios niños, objeto de la obcecación de los padres para que lleguen a figura

El pasado 16 de marzo este entrenador de fútbol saltó a la actualidad a través de las páginas de HOY no por haber logrado un gran triunfo ni sufrido un gran fracaso, sino porque hizo algo inusual: dimitió de su cargo por la presión de algunos padres de jugadores. Julián Caro Barragán (Juli Caro para el mundo del fútbol, nacido en Salvatierra de los Barros en marzo de 1961) tomó la decisión de dejar el banquillo del equipo Infantil A porque sintió que la directiva de su club, el Flecha Negra -una de las entidades de mayor solera y prestigio de cuantas cultivan el fútbol base en Extremadura- no lo había defendido suficientemente después de sufrir los insultos que le profirió el padre de uno de sus jugadores delante del resto de la plantilla. En este caso, los insultos eran especialmente dolorosos e incomprensibles porque su autor no era solo padre de un jugador, sino entrenador de otro equipo del mismo Flecha Negra, que cuando fue requerido por la directiva para que explicar los hechos se reiteró en los insultos y no se disculpó. Juli Caro esperaba que se le expulsara de la entidad, pero el club no consideró el asunto tan grave y lo sancionó con un mes de expulsión, el mismo castigo que recibió el padre de otro jugador de su plantilla que, días antes de este episodio, había saltado al campo para agredirle. El asunto no pasó a mayores y se disculpó por su actitud.

Juli Caro es un histórico del fútbol regional, al que entrena desde hace veinte años, tanto a equipos de Tercera División (Díter Zafra, Alburquerque, Fuente del Maestre…) como de fútbol femenino (logró con el Irex Puebla ser campeón de Primera División) y de fútbol base (en el Flecha ha entrenado once temporadas, además de ser seleccionador extremeño). Dimitió por su trayectoria, por no faltarse el respecto a sí mismo y porque esperaba que su gesto sirviera de aldabonazo para llamar la atención de un problema que considera está pudriendo el clima del deporte base. De ello habla en esta entrevista, a la que accedió con la condición de que no se focalizase el problema en el Flecha Negra, («un club al que quiero y querré siempre», dice), porque es general.

-Usted no quiere que se focalice el problema en el Flecha Negra ni que sus respuestas se interpreten como una crítica a ese club porque es un mal extendido, pero no tengo más remedio que referirme al hecho de su dimisión y a las declaraciones que hizo en HOY. Entonces dijo que el comportamiento de algunos padres de jugadores es uno de los problemas mayores del fútbol base. ¿Por qué lo cree así?

-Lo creo así no porque me haya tocado a mí, sino porque lo puede percibir cualquier persona que se acerque a los campos de fútbol de la región semana tras semana; es cotidiano. Ningún club, grande o pequeño, de pueblo o de ciudad, está libre de este fenómeno. Un fenómeno, además, que no sólo sufrimos los entrenadores, sino los árbitros. Da pena ver a árbitros jóvenes, que están por amor al fútbol, y que son insultados sin misericordia desde la grada por personas que están dando un ejemplo terrible a sus hijos.

-La respuesta más común sobre ese comportamiento de los padres es que ponen expectativas demasiado altas sobre los hijos. ¿Pero ese hecho explica todo el problema?

-No, ni mucho menos. El problema es de educación y de valores, no porque uno espere que su hijo sea el nuevo Messi, aunque también influye. Ocurre que la educación y los valores tiene que traerlos uno, tanto el padre como el chico, aprendidos de casa. Hay millones de personas, entre ellas la mayoría de la gente del fútbol, que no van a dar ningún problema ni en el campo, ni en la grada ni en ninguna otra parte porque tienen educación. El problema, por tanto, es de educación, no de expectativas.

-¿Usted, como entrenador, educa?

-Nosotros sí educamos y yo transmito la educación que me inculcaron mis entrenadores, pero hasta cierto punto. Nosotros educamos, claro, educamos deportivamente y en esa educación va el respeto al contrario, al árbitro, a admitir la derrota, a reconocer los méritos ajenos y los desaciertos nuestros… Todo eso lo hace un entrenador de fútbol porque el deporte, el fútbol u otro, tiene esos valores, pero la Educación con mayúsculas, la integral, la que vale para toda la vida y en toda circunstancia, esa se tiene que traer de casa. Ni los entrenadores ni los clubes pueden sustituir a los padres en la educación de los hijos.

-¿Los padres esperan que usted, como entrenador, eduque a su hijo?

«Los entrenadores no podemos sustituir a los padres en la educación de los hijos. Al fútbol hay que llegar educado de casa»

«Hace unos días, el padre de un jugador se pasó el partido insultando al árbitro. Al final, el chaval fue al árbitro a disculparse»

«A veces los clubes, incluso los de base, transigen con un futbolista problemático porque es muy bueno. Ese mensaje es negativo»

«Hoy se graban hasta los partidos de Infantiles, se suben a las redes, la gente opina, pero prevalecen las opiniones más radicales»

«Los entrenadores de base pueden equivocarse, pero no conozco a ninguno que sea injusto a sabiendas. Y entrenan por amor al arte»

-Yo creo que los padres a los que nos estamos refiriendo, no. Esos padres lo que quieren es que sus hijos ganen y que el entrenador les enseñe a ganar. Aunque tengan ocho años, ya los están viendo en la tele, con la camiseta de un equipo de Primera División puesta. Es una pena porque en la inmensa mayoría de los casos eso acaba en una gran frustración y han perdido la oportunidad de inculcarles a sus hijos el disfrute del fútbol y su ilusión por el entrenamiento. Yo he visto muchas veces a niños que vienen a entrenar por la insistencia de sus padres. Es tristísimo por el niño y por el padre. Por el niño porque si entrena porque su padre se lo manda, el fútbol lo concibe como una obligación y no como un juego precioso. Es, además, una víctima de la obsesión de su padre. Y por el padre porque si cree que obligando al niño va a aprender a jugar como Messi el resultado será desastroso. Yo he tenido jugadores que ahora son médicos y arquitectos. Jugaron al fútbol y lo disfrutaron según sus capacidades. Pero me pregunto si algunos no llegan a tener esas profesiones porque sus padres le insistieron en que continuaran con el fútbol persiguiendo un sueño imposible. Eso sería terrible.

-En la información que publicó HOY cuando dimitió decía que temía por los entrenadores jóvenes, porque si la presión de los padres la sufre un entrenador de su experiencia, a los que empiezan en los banquillos algunos padres «se los pueden comer». De sus palabras se deduce que los entrenadores jóvenes no están suficientemente preparados para hacer frente a esa presión.

-Con esa frase quería advertir, sobre todo, del peligro que corren los entrenadores jóvenes de que pierdan la ilusión de entrenar a la vista de las actitudes de algunos padres, que son incapaces de comportarse con un mínimo de educación y que terminan por hacer que quieras dedicarte a otra cosa. El entrenador puede equivocarse, pero no conozco ni un solo caso en que vaya con malicia y con la voluntad de ser injusto. La mayor satisfacción de un entrenador es que los niños aprendan, que el equipo haga el mejor fútbol posible y que, como consecuencia de eso, gane. Y más en los clubes de Badajoz, donde los entrenadores no cobran. Lo hacen por amor al arte. En esas condiciones, achacar al entrenador oscuras intenciones como perjudicar a unos jugadores y beneficiar a otros me parece alucinante.

-Habla de su experiencia y al principio de la entrevista decía que episodios de presión de los padres son cotidianos. ¿Usted ha sufrido otros con anterioridad a su dimisión, o ha visto que los sufran otros entrenadores?

-Sí, los he visto. Pero quiero llamar la atención sobre esos hechos puntuales y que salen de ojo y también, y eso no se tiene en cuenta porque no son llamativos, el ambiente que hay en la grada. Yo creo que es preocupante que los mensajes que escuchamos desde las gradas no son voces de ánimo, de apoyo cuando lo haces mal, de entusiasmo cuando lo haces bien. Lo que se oye más son críticas, descalificaciones, gestos de menosprecio… Un clima muy desagradable.

-¿Ese clima desagradable es más o menos frecuente ahora que cuando usted empezaba?

-Por desgracia es más frecuente ahora. Y, además, hace unos años no había la repercusión de ahora. Tenga en cuenta que los padres graban los partidos y cualquier situación polémica la cuelgan en las redes sociales y se arma el lío. Antes existía todo esto, pero no las redes sociales y, por tanto, era a menor escala.

-¿Las redes sociales contribuyen a incrementar la agresividad?

-Totalmente. Todo se sube a las redes, todo el mundo opina y al final prevalecen las opiniones más radicales, que muchas veces son las más injustas.

-Vuelvo de nuevo a la información de HOY del pasado día 16. En ella usted dijo que este asunto de la presión de los padres se le podía haber ido de las manos al Flecha Negra. Mi pregunta es si cree que esta actitud de los padres es incontrolable para los clubes.

-No debería serlo. Es importante que haya unos estatutos en cada club y que antes de la competición se informe de ellos a todos, jugadores, técnicos, familias de los jugadores… Eso se suele hacer. Es decir, formalmente se cumple con el deber de informar del código disciplinario, lo que ocurre es que hay veces en que no se cumple, y también hay veces en que las directivas no son lo suficientemente rigurosas. Lo que me pasó a mí, por ejemplo, sería un caso similar al de un profesor que está en su clase y un profesor de otra clase entra en ella y le insulta delante de los alumnos. ¡Hombre, se sentiría humillado! En ese caso se espera que el colegio expulse del centro al profesor que insultó.

-Interpreto de sus palabras que si este problema es incontrolable para los clubes es porque, en ocasiones, no son lo suficientemente tajantes. ¿Pero, por qué no lo son?

-No lo sé. Una posibilidad es que a veces se transige con un futbolista problemático porque es muy bueno. Ese mensaje es negativo.

-¿Quiere decir que puede haber clubes que dan prioridad a la calidad futbolística de un jugador en formación sobre su calidad humana o sobre la actitud de sus padres?

-En algunos casos, sí. Los clubes tienen miedo a dar el paso, a dar un puñetazo en la mesa y hacer prevalecer sus códigos. A mí me parece que hacerlo sería bueno incluso deportivamente hablando, porque es la manera de llamar la atención a la sociedad y de demostrar que eres un club serio. Creo que las familias sensatas, que son la inmensa mayoría, querrían tener a sus hijos en ese club, porque les genera confianza.

-Los muchachos no son tontos y se dan cuenta de todo. ¿Usted habla de lo que ocurre en la banda cuando está con sus jugadores en el vestuario?

-Los chicos se dan cuenta de todo y saben que el padre de Fulanito mete bulla y el de Menganito insulta, etc. Yo lo hablo con ellos, pero en términos generales y, sobre todo, advirtiéndole de que no deben hacer caso a lo que oigan en la banda, que solo me hagan caso a mí.

-¿Ha visto alguna vez a chicos avergonzados de lo que sus padres están diciendo en la banda?

-Lo he visto, y con mucha frecuencia les mandan callar. «Papá, por favor, no hables más», les dicen. Además, se sienten señalados por sus compañeros: «Ya está tu padre…». Lo pasan verdaderamente mal en esos momentos. El otro día me contaron un caso que me conmovió: un padre se había pasado el partido insultando al árbitro, y al final del partido el chaval, que tenía solo 10 años, fue al árbitro a pedirle disculpas por el comportamiento de su padre. A ese niño habría que sacarlo a hombros y al padre habría que sacarlo del campo.

-¿Tienen que ver esas expectativas desaforadas de algunos padres con la actitud de los futbolistas de élite? ¿La imagen que proyectan los consagrados es la que más conviene a los chicos?

-No lo sé. Sí me preocupa que se fijen en los pendientes, en los tatuajes, en el peinado… en lo que no tiene importancia, y que no vean que si han llegado hasta donde están ha sido con un sacrificio enorme. Los niños sueñan con ser Messi y yo trato de que no despeguen los pies del suelo. En mi primera charla de la temporada les digo: «Somos 18 jugadores y Messi solo hay uno en el mundo. Y tengo la mala suerte de que si pregunto a vuestros padres, cada uno me dirá que su hijo llegará a ser Messi. Así que tengo 18 expectativas de Messi. ¿Os dais cuenta lo imposible que es?».

Fuente: www.hoy.es
Autor: Antonio Tinoco
Fecha de publicación: 1/4/2018
URL de la noticia: http://www.hoy.es/extremadura/ninos-victimas-obsesion-20180401002300-ntvo.html

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