Nos abocamos a un fin de semana en el que se celebrarán en todo el país centenares de partidos protagonizados por niños o adolescentes. Muchos de ellos en Palencia. Sistemáticamente, se producen peleas entre padres que, seguro que aspiran a tener en casa un Messi o un Cristiano Ronaldo. Intento desentrañar qué mecanismo se desata en la mente de un padre o una madre para protagonizar un comportamiento tan energúmeno como el que se suele escenificar en nuestros campos de fútbol cada fin de semana.
Gritos, insultos y hasta agresiones que acaban en auténticas batallas campales, son el pan nuestro de cada día, como triste ejemplo de los valores que transmitimos a nuestros hijos. Clubes, entrenadores, árbitros, escuelas de fútbol base y otros organismos y entidades vinculados a dicho deporte, se hartan en abogar por la educación y la formación como solución a actitudes impresentables, trogloditas y dignas de descerebrados de la peor estirpe.
Y eso es necesario, sí; pero quizá haya que aplicar medidas más drásticas para aplacar a esos padres indecentes, que de lunes a viernes parecen normales y hasta apacibles y que, cuando juega su hijo, se transforman en ultras y radicales, ofreciendo una imagen vomitiva. El sindicato de árbitros lo tiene muy claro: los padres son el 80 por ciento del problema de la violencia en el fútbol de formaciónque acaba convirtiéndose en futbol de deformación con chavales que no tarden en reproducir el comportamiento violento y agresivo de sus padres. En Madrid inventaron una fórmula llamada “Tercer Tiempo”.
Se invita a padres y jugadores después del partido a un ágape para compartir las experiencias de los encuentros. El fútbol base, que se debe sustentar en la formación, la amistad y el compañerismo, necesita de ideas creativas para evitar que se siga embarrando por padres y madres que son un triste ejemplo para sus hijos. Otras escuelas de fútbol sancionan al chaval con falta grave cuando un padre le da instrucciones o profiere gritos o insultos. Yo casi me plantearía una escuela de padres; un lugar de encuentro para aleccionarles sobre el comportamiento adecuado en el terreno de juego.
Y para mí hay una medida más que evidente y que ya ha propuesto algún entrenador: prohibir la entrada a los campos de fútbol a padres que hayan mostrado comportamientos violentos. No sé si esto es factible; pero por los menos a alguno se le caería la cara de vergüenza. Si es que la tiene, claro. Porque se necesita ser muy sinvergüenza para mantener un comportamiento violento delante de tu hijo en algo tan noble y edificante como es la práctica de un deporte. Nadie nos dio un manual para ser padres; pero hay unos mínimos que todos deberíamos llevar de serie.
Fuente: cadenaser.com
Autor: Juan Francisco Rojo
Fecha de publicación: 23 de febrero de 2018
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